Isla de San Giulio, la joya del lago Orta

En la región italiana del Piamonte apenas existe un puñado de islas, pero todas ellas son de una belleza extraordinaria….

29 junio, 2025

Por: Raúl V.


En la región italiana del Piamonte apenas existe un puñado de islas, pero todas ellas son de una belleza extraordinaria. En la región más occidental de Italia sobresale el lago Mayor y sus impresionantes islas Borromeas, pero muy próximo a ellas, a tan solo 8 km del Mayor, tenemos el Orta, un lago tan desconocido como sorprendente que ha permanecido alejado de las rutas turísticas mucho tiempo debido a la contaminación que tenían sus aguas en el pasado.

Y es que en la década de 1920, la actividad industrial provocó una contaminación cada vez más grave por metales pesados. Sin embargo, en 1987, el Instituto Hidrobiológico de Verbania comenzó una  limpieza acuática que ha logrado devolver sus aguas a las condiciones previas a la contaminación, siendo considerado un caso de estudio científico mundial en materia de restauración de lagos. Esos tiempos oscuros ya forman parte del pasado y el Orta cada vez atrae a más visitantes.

El más occidental de los lagos alpinos, se trata de un mar interior relativamente pequeño, con unas dimensiones de 13 kilómetros de longitud por 2,5 kilómetros de anchura máxima y alberga en su interior una de las islas lacustres más bellas de toda Italia: la isla de San Giulio, situada a tan solo 400 metros de la bella localidad de Orta San Giulio.

Esta pequeña ínsula de 275 metros de largo por 140 de ancho contiene un reducido casco antiguo, al que nos adentramos por un bonito arco. Nada más entrar, comenzamos a sentir el remanso de paz que actualmente permanece en esta isla habitada por un puñado de isleños. Y es que sus callejuelas invitan mediante carteles a respetar el silencio que, desde tiempos remotos, es el único sonido que acompaña nuestros pasos.

Sus edificios históricos más relevantes son la Basílica de San Giulio y la Abadía Mater Ecclesiae, construida sobre las ruinas de un antiguo castillo, que ocupa la mayor parte de este retiro espiritual en excelente estado de conservación, tanto en su muros, muelles y viviendas medievales, que nos da pistas de un más que interesante pasado en el que convivieron monjes y reyes, pero que fue también escondite de tesoros.

Una isla con una rica historia

Habitada desde el Neolítico hasta la Edad del Hierro, es posible que la isla fuera un centro de culto precristiano. Esto explicaría la razón por la que San Giulio decidió construir la primera iglesia allí, alrededor del año 390, quien dio nombre a una isla a la que, según la leyenda, llegó para luchar contra los dragones y serpientes que se apoderaron del lugar. Actualmente se le recuerda cada 31 enero, con una celebración litúrgica y transporte de las reliquias del Santo durante la procesión.

Investigaciones arqueológicas recientes confirman que la isla comenzó a fortificarse entre los siglos V y VI, describiéndose por aquel entonces como un sitio inexpugnable. El castillo incorporó los restos de la iglesia erigida por San Giulio dentro de una torre posteriormente transformada en prisión.

En la época lombarda residió allí el duque Mimulfo quien fue decapitado por orden de Agilulfo, considerado culpable de traición por haber facilitado el tránsito de Audoaldo, líder del rey de los francos Childeberto II. En unas excavaciones realizadas se encontró un sarcófago de piedra que contenía un esqueleto decapitado, el cual se utiliza actualmente para ofrendas.

En 957, tras desacuerdos con los condes-obispos de Novara, Berengario II, rey de Italia, se atrincheró allí junto con su hijo Adalberto. Ambos fueron asediados por Liudolfo, hijo de Otón I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, a quien los condes-obispos pidieron ayuda. Berengario fue derrotado, pero, tras la muerte de Liudolfo, recuperó el poder hasta la conquista de Pavía por Otón I. Berengario se retiró al fuerte de San Leo mientras su esposa Willa se refugiaba en la isla, llevándose consigo todos los tesoros guardados en el palacio de Pavía. Mientras esperaba un largo asedio, reforzó las fortificaciones, y el castillo fue rodeado por unas murallas llamadas «la muralla de la reina».

Tras derrotar a Willa, Otón II tomó posesión de los tesoros, pero dejó a la reina en libertad para reunirse con su esposo en San Leo. El acta con la que Otón II devolvió la isla a los condes episcopales data del año 962 y es el primer documento oficial que atestigua el dominio episcopal sobre San Giulio.

A partir de 1219, los obispos de Novara asumieron la plena soberanía sobre el territorio de la Riviera de San Giulio, de la cual la isla era el centro religioso y administrativo.

Durante el siglo XVIII, toda la zona de Novara pasó a estar bajo el dominio del Reino de Saboya, y en septiembre de 1767 los habitantes de la Riviera juraron fidelidad al rey en el palacio episcopal de la isla. Los obispos de Novara mantuvieron la función administrativa del territorio con el título de Príncipes de San Giulio y Orta hasta 1817, perdiendo definitivamente todos los privilegios feudales en 1819.

En 1841 el castillo medieval fue demolido  y en 1973 se fundó en un monasterio benedictino, la Abadía Mater Ecclesiae, donde se realizan importantes investigaciones, estudios y traducciones de textos antiguos.

Las mejores vistas desde el Sacro Monte de Orta

Una de las vistas más bonitas y parada obligatoria antes de embarcar a la isla es el Sacro Monte de Orta. Se trata de un santuario próximo al pueblo de Orta San Giulio, el cual es uno de los nueve Sacro Monte de Piamonte y de Lombardía, incluidos en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco desde 2003.

Este monte sacro se encuentra en la cima de un monte junto al lago, a unos 400 metros sobre el nivel del mar. La colina se eligió probablemente por su maravillosa posición paisajística y su espléndida vista panorámica del lago. Es imprescindible parar en la mañana antes de visitar la isla, aprovechando que el sol nos queda justo a nuestras espaldas, proyectando todos sus rayos sobre la ínsula.

En este espectacular entorno existen veinte capillas renacentistas y barrocas, que narran la vida de San Francisco desde su nacimiento hasta su canonización. En cada capilla, cubiertas con placas de piedra está representado un momento significativo de la vida del santo, con bellísimos frescos y esculturas de terracota. En el camino, encontrarás una rica vegetación, cuidadosamente colocada, que tenía que guiar al peregrino en el itinerario sagrado y consentirle momentos de descanso y recogimiento a la sombra de una planta. Toda la zona donde surge el Monte Sacro está cubierta de bosques de gran follaje que, en parte, han ocupado las antiguas terrazas en desnivel hacia el lago y que en otro tiempo estaban cultivadas con prados y frutales.

Friedrich Nietszche y el Sacro Monte de Orta

El filósofo alemán lo llamó «uno de los lugares más evocadores del mundo». Fue hechizado por la belleza de un lugar que le hizo mirar con nuevos ojos a su acompañante, la filósofa rusa Lou Andreas-Salomé. “El idilio de Orta”, como él lo llamaba, lo enamoró hasta el punto que le hizo caer en la amargura, y pasó las siguientes semanas añorando aquellos días junto al lago.

Nietzsche dudaba si había pasado veinte días entre aquellos árboles, o todo había sido un suspiro. Deprimido, enamorado por el embrujo del Sacro Monte, y rechazado por Salomé, Nietzche escribió la primera parte de “Así habló Zaratustra” rememorando el tiempo pasado en este mágico lugar.

Fotos © coleccionistasdeislas


Etiquetas: Europa, Islas Lacustres, Italia

2 respuestas a “Isla de San Giulio, la joya del lago Orta”

  1. Mario dice:

    Me ha encantado descubrir esta isla, su historia y su belleza…
    Es interesante también lo sucedido con el lago.

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